S茅 mi protector y mi m茅dico, mi intercesor y mi maestro en el camino de amor a Cristo.
T煤 que por amor a Dios y a tus hermanos, siempre fuiste incansable en socorrer a los necesitados, tanto que se sabe que Dios te concedi贸 el poder de estar a la vez en distintos lugares, escucha a quienes admiramos tus virtudes, por amor a Cristo.
Conf铆o en tu poderosa uni贸n a Dios para que, intercediendo ante el Se帽or, que ante las almas puras como t煤 es toda bondad, me sean perdonados mis pecados y me vea libre de males y desgracias.
Alc谩nzame tu esp铆ritu de caridad y servicio para que amorosamente te sirva entregado a mis hermanos y a hacer el bien. Qu茅 descubra como t煤, c贸mo, haciendo el bien a los otros, se alivian mis propias penas.
Que tu humilde ejemplo de tenerte a ti mismo, siempre en 煤litmo lugar, sea para m铆 una luz para que nunca olvide ser humilde.
Qu茅 el recuerdo de tu gran fe, aquella capaz de sanar, resucitar, y hacer tantos prodigios, sea para m铆 en momentos de duda, una gracia sostenida que llene mi coraz贸n del fuego del Amor incondicional a Cristo.
Padre celestial, por los m茅ritos de tu fiel siervo San Mart铆n, ay煤dame en mis problemas y no permitas que quede confundida mi esperanza.
Se帽or Nuestro Jesucristo, que dijiste “pedid y recibir茅is”, humildemente te suplico que, por la intercesi贸n de San Mart铆n de Porres, escuches este ruego.
Te pido desde al amor, me concedas la gracia que te pido si es para bien de mi alma. Te lo pido por Jesucristo, nuestro Se帽or.
Pronto la virtud del moreno dej贸 de ser un secreto. Su servicio como enfermero se extend铆a desde sus hermanos dominicos hasta las personas m谩s abandonadas que pod铆a encontrar en la calle. Su humildad fue probada en el dolor de la injuria, incluso de parte de algunos religiosos dominicos. Incomprensi贸n y envidias: camino de contradicciones que fue asemejando al mulato a su Reconciliador. En 1603 le fue concedida la profesi贸n religiosa y pronunci贸 los votos de pobreza, obediencia y castidad. Hombre de gran caridad, un铆a a su incesante oraci贸n las penitencias m谩s duras. Era mucho el amor, eran poco el sue帽o y la comida, lo sosten铆a la oraci贸n, la infinita misericordia de Dios. Es muy probable que haya conocido a Santa Rosa de Lima. El Se帽or tiene sus caminos, y los tuvo de dolor y alegr铆a para nuestro mulato. As铆 nos ama el Se帽or, como a su Madre.
La virtud del santo, su intensa vida espiritual, sosten铆an su entrega, pero sin duda alguna, aquello que m谩s recuerda el pueblo de Lima son sus numerosos milagros. A veces se trataba de curaciones instant谩neas, en otras bastaba tan s贸lo su presencia para que el enfermo desahuciado iniciara un sorprendente y firme proceso de recuperaci贸n.
Enfermero y hortelano herbolario, Fray Mart铆n cultivaba las plantas medicinales que aliviaban a sus enfermos. Su amor humilde y generoso lo abarcaba todo: su amabilidad con los animales era fruto de su inmenso amor por el Creador de todas las cosas. El pueblo de Lima venera hoy su dulce y sencilla imagen, con su escoba en la mano dando de comer, de un mismo plato, a perro, rat贸n y gato.
Tras una vida de honda respuesta a la gracia de Dios, de intensa y perseverante entrega vividas al calor de la caridad y el sacrificio, ya a los sesenta a帽os de edad, Fray Mart铆n cay贸 enfermo y supo de inmediato que hab铆a llegado la hora de encontrarse con el Se帽or.