martes, 18 de julio de 2017

El secreto del papamóvil que usó San Juan Pablo II en Perú


En 1987, cuando existía la grave amenaza del terrorismo, un grupo de 22 peruanos recibió un encargo que debía permanecer en secreto: construir el papamóvil que usaría San Juan Pablo II en su segunda visita al Perú, con un blindaje que pudiera soportar incluso armas de guerra.


Jaime Morales Dora, que en ese entonces tenía 25 años y que ahora es gerente de la empresa especializada en blindaje, American Security del Perú, recuerda que “en esa época el terrorismo amenazaba el país y las medidas de seguridad para recibir al Santo Padre debían ser extremas”.

Han pasado 29 años de aquella experiencia de Morales quien comenta que recuerda eso cada vez que se tiene noticias de un Papa, como ahora que se ha anunciado la visita del Papa Francisco al Perú del 18 al 21 de enero.

“Teníamos una gran motivación y responsabilidad porque estábamos trabajando para el hombre más importante del mundo en ese momento y teníamos una fecha de entrega, sin prórroga, pero además todo debía mantenerse en secreto”, cuenta Morales.

El papamóvil se construyó teniendo como base una camioneta 4 x 4 Pick up simple. El tiempo que tenían para hacerlo los 22 peruanos, en su mayoría jóvenes, era de seis meses: tres de diseño y otros tres de implementación.

El trabajo avanzaba pero hubo un inconveniente que cambió todos los planes. Seguridad del Estado alertó de la posibilidad de un atentado terrorista con armas de guerra contra el Santo Padre. Eso hizo obsoleto lo que habían hecho hasta ese momento porque el diseño original solo resistía armas cortas.

El trabajo se hizo más intenso y el grupo solo podía dormir entre dos y tres horas al día, debido a la cantidad de detalles a los que debían poner atención.

Pedro Moreno, uno de los trabajadores, relata que la fábrica donde hicieron el papamóvil era prácticamente su casa y que en ese tiempo estaba soltero pero sus padres creían que tenía una enamorada con la que había comenzado a convivir.

Al final, señala Andina, el vehículo pesaba tres toneladas cuando originalmente se pensaba que pesaría una. Tenía lunas blindadas que resistirían fusiles de guerra, iluminación interna, un área amplia para que se pudiera ver al Papa, aire acondicionado y un sistema de audio con el que el Pontífice podía dirigirse a los fieles.

Entre los recuerdos que tienen quienes construyeron el papamóvil está el de la aparición de una cruz en la carrocería. Esta y otras historias pensaban contársela al Papa, pero no se pudo cuando entregaron el vehículo.

Juan Pablo II llegó al Perú en mayo de 1988 y los constructores fueron recibidos en audiencia en la Nunciatura Apostólica.

“La exaltación era total y absoluta, queríamos contarle las anécdotas y lo que nos costó hacerlo”, dijo Jaime Morales, pero finalmente tampoco pudo hacerlo.

“Estaba frente a él y me quedé mudo por completo –recordó–. Sentí una energía, algo especial, me paralicé, fue increíble, nos agradeció por el papamóvil como si le hubiéramos salvado la vida, pero yo no pude decir nada”.

Ahora, comparte, porta consigo un llavero que le obsequió el Pontífice polaco y ahora usa “todos los días de Dios”.