La encrucijada actual
Los peruanos nos encontramos ante el desafío de emitir nuestro voto en las próximas elecciones para la Presidencia y el Congreso de la República. Elegiremos a los representantes que nos guiarán hacia la celebración del bicentenario de la nación. Con esta elección se afianza una continuidad de procesos electorales, inédita en nuestra historia.
Esta satisfacción, sin embargo, viene empañada por una cierta tristeza y perplejidad, al ver cómo se viene desarrollando el proceso electoral. La conformación de las listas parece haber dejado de lado la propuesta programática; los planes de gobierno no aparecen como vinculantes ante la sociedad; algunos de los principales líderes están severamente cuestionados y con procesos judiciales en curso; se dejan de lado honorables trayectorias en aras del pragmatismo, dando la impresión de que “en política todo vale”. Nuestro sistema político está afectado por elevados índices de corrupción. La sociedad civil no ha desarrollado aún los mecanismos de supervisión y vigilancia ciudadanas para exigir a nuestros representantes el cumplimiento de sus promesas electorales. Muchos de nuestros conciudadanos asisten con escepticismo y desconfianza a este nuevo proceso electoral. Nos preocupa la grave crisis de representación política en la coyuntura actual del país.
La ciudadanía va tomando conciencia de que para lograr el desarrollo integral sostenible no basta con hacer principalmente obras de infraestructura, ni basar el crecimiento económico únicamente en factores externos. La pregunta clave en este momento es qué sociedad queremos construir para que los hombres y mujeres, los jóvenes y niños puedan crecer y vivir en paz y con igualdad de oportunidades, sintiéndose seguros y respetados en su dignidad, sin discriminaciones, y habiendo desterrado los persistentes índices de pobreza, informalidad y desigualdad educativa que frenan nuestro desarrollo. Estos son los temas fundamentales que el debate político debe abordar, más allá de promesas populistas, vacías de contenido y difícilmente realizables.
“Sabemos que las cosas pueden cambiar” (Laudato si´ 13)
Esta frase del Papa Francisco, llena de esperanza, nos alienta. Su encíclica Laudato si´ trasciende el problema ambiental y nos sitúa ante la profundidad de la crisis que vivimos hoy a nivel global. Es una crisis social y ética que nos lleva a plantearnos con el Papa: “¿Qué tipo de mundo queremos dejar a quienes nos sucedan, a los niños que están creciendo?” (Ls´ 160). En el contexto de esa pregunta, el Papa plantea una noción fundamental: el bien común, entendido como “el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección” (Ls´ 156). La actividad política debe estar orientada al bien común.
Desde esta perspectiva, planteamos las siguientes preguntas en el escenario electoral:
– ¿Cómo vamos a asegurar una mayor institucionalidad de la vida social, superando los altos niveles de informalidad y anomia que hoy padecemos?
– ¿Cómo vamos a combatir la corrupción que afecta la sociedad, la política y la vida cotidiana, incidiendo gravemente en nuestro desarrollo? ¿Cómo se va a promover un comportamiento ético, acorde a la dignidad de todos y cada uno de los peruanos?
– ¿Cómo enfrentar la inseguridad ciudadana que afecta negativamente la vida de tantas personas y la convivencia social?
– ¿Cómo superar un crecimiento económico basado en el extractivismo y la mera exportación de materias primas? ¿Cómo impulsar la diversificación productiva, la generación de valor agregado, la innovación, la capacidad emprendedora de nuestra población y una adecuada relación de las empresas con el entorno social y ambiental?
– ¿Cómo vamos a lograr una representación política que acerque el Estado al ciudadano de a pie, de modo que este sienta que sus derechos y deberes son debidamente promovidos y respetados?
– ¿Cómo lograr mayores niveles de justicia y equidad, de respeto a los derechos de todos los peruanos, y en todos los ámbitos de la vida?
Si deseamos participar en organizaciones internacionales con altos estándares de conciencia y convivencia ciudadanas, no podemos esquivar estas preguntas. Invocamos a los candidatos a que se hagan dignos de la función a la que aspiran con sus respuestas y propuestas “¡Ruego al Señor que nos regale más políticos a quienes les duela de verdad la sociedad, el pueblo, la vida de los pobres!” (Evangelii gaudium 205).
Rehabilitar la democracia y la política desde la ética
Proponemos unos criterios éticos a tener en cuenta a la hora de elegir autoridades: obtener información veraz y completa sobre la hoja de vida de los candidatos; exigir un plan de gobierno realista; descartar a los postulantes corruptos y a los oportunistas; evaluar las promesas de campaña así como las fuentes de financiación; verificar el compromiso de los candidatos por la defensa integral de la vida y el cuidado de la Creación.
El ejercicio democrático trasciende el acto electoral. Llamamos a todos los ciudadanos a ejercer el derecho a supervisar y vigilar a nuestros representantes antes, en y después del acto electoral. El signo de una sociedad democráticamente madura es la permanente y transparente rendición de cuentas de los elegidos a sus electores y la organización de estos para exigirla (cfr Ls´, 179).
Finalmente, hacemos un llamado a los cristianos a participar en la acción política desde una actitud de servicio al bien común, propia de los valores evangélicos. No permitamos que la actividad política sea capturada por quienes solo se preocupan por sus propios intereses o los de su facción.
En cinco años más, nuestro país cumplirá los 200 de vida republicana. Elijamos a representantes que sean dignos de ese hito histórico. Los pastores del Perú deseamos sumarnos a la construcción de un país más justo y equitativo, en el que todos podamos vivir con dignidad y en paz.
Los Obispos del Perú
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