Santa María de la Cabeza nació en España entre finales del siglo XI e inicios del XII. Fue la esposa de San Isidro Labrador. Realizaba sus labores con humildad, paciencia, devoción y austeridad. Además, siempre fue atenta y servicial con su marido. Tuvieron un solo hijo.
Un día el niño cayó con una canasta a un pozo muy profundo. Los santos esposos corrieron y no encontraban forma de rescatar al pequeño. Entonces se arrodillaron a rezar con tanta fe que las aguas del pozo empezaron a subir y su hijo apareció en la superficie dentro de una canasta, sano y salvo.
Debido a que tanto Isidro como María querían tener una vida totalmente entregada a Dios, decidieron “separarse” después de que ambos criaron a su hijo. Su esposo se quedó en Madrid y María partió hacia una ermita cerca al río Jarama. Allí se entregó a profundas meditaciones y hacía obras de caridad.
Se dice que unos hombres malintencionados comunicaron a San Isidro que su esposa llevaba una mala vida con los pastores, pero el Santo rechazó estas calumnias. Sin embargo, cierto día San Isidro quiso saber de dónde habían sacado esos comentarios y siguió a Santa María de la Cabeza.
San Isidro entonces vio que su esposa se acercó al río, extendió su mantilla sobre el agua, se subió y, como si ésta fuera una barquilla, pasó a la otra orilla. Este hecho se repitió otros días y el honor de la Santa permaneció intacto ante su esposo.
Al final de su vida Santa maría de la Cabeza regresó a Madrid y continuó con la admirable vida santa de antes. Después de que murió San Isidro, retornó a su querida casa de la Virgen y allí partió a la Casa del Padre por el 1175.
Más adelante sus restos fueron trasladados a Madrid y se le atribuyen milagros de curación a los males de la cabeza. Su fiesta se celebra el 9 de septiembre.
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