En un acto cargado de emoción, esperanza y profunda humanidad, el Papa Francisco reapareció este domingo en la Plaza de San Pedro, sorprendiendo a los fieles que participaban en la Misa del Jubileo de los Enfermos, una de las celebraciones centrales del Año Santo.
A pesar de seguir convaleciente en su residencia de Santa Marta, y tras 38 días de internamiento en el hospital Policlínico Gemelli por una neumonía bilateral que comprometió seriamente su salud, el Santo Padre decidió estar presente, aunque fuera por unos minutos, para bendecir y acompañar a quienes más sufren: los enfermos.
En silla de ruedas, con cánulas de oxígeno visibles y notoriamente fatigado, Francisco fue acompañado por su fiel enfermero, Massimo Strappetti. Se dirigió con serenidad hasta el altar, donde el arzobispo Rino Fisichella, pro-prefecto del Dicasterio para la Evangelización, presidió la Eucaristía en su nombre. Con esfuerzo, pero también con visible alegría, el Papa alzó la voz para decir: “¡Feliz domingo, gracias a todos!”, unas palabras sencillas que arrancaron lágrimas y aplausos entre los asistentes.
Su frágil voz y su rostro marcado por la enfermedad no opacaron la fuerza de su testimonio. Francisco cruzó el pasillo central de la plaza entre gestos de cariño y vítores. Su sola presencia, en silencio, se convirtió en un mensaje contundente: incluso en medio de la debilidad física, la fe sigue siendo fuerte y luminosa.
Las imágenes que dieron la vuelta al mundo mostraron a un Papa sereno pero visiblemente afectado. La Santa Sede confirmó que continúa recibiendo oxígeno en ciertos momentos del día y que la recuperación de su voz será progresiva. Sin embargo, los médicos se mantienen optimistas respecto a su evolución.
Antes de salir a la plaza, el Papa recibió el sacramento de la reconciliación, oró en la Basílica de San Pedro y atravesó la Puerta Santa, un signo cargado de sentido espiritual en este Año Jubilar.
Su anterior aparición pública se había dado el 23 de marzo, cuando al recibir el alta médica saludó brevemente desde el balcón del hospital. Desde entonces, su presencia física había estado limitada. Esta reaparición, aunque breve, fue una bendición para muchos.
Por ahora, la Santa Sede no ha confirmado su participación en los ritos de Semana Santa. “Todavía es prematuro hablar de ello”, informó la Oficina de Prensa del Vaticano.
Pero más allá de los protocolos y las previsiones, lo que ha quedado claro es que Francisco, con su presencia humilde y valiente, sigue pastoreando con el corazón. Y eso, para la Iglesia y el mundo, es un signo de esperanza.
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